sábado, marzo 19, 2011

ese día en el que...

Cuando uno llega a Río de Janeiro la gente que vas conociendo te dice "¿Aún no te pasó nada acá?¡Ya te tocará!". Este comentario no es por los robos o la violencia, no piense mal querido lector, es debido a que al llegar debes comenzar de cero, es decir, buscar casa, buscar banco, buscar compañía de teléfonos y mil puntos suspensivos más. Y estás en Brasil. Brasil es un país muy peculiar para todo proceso que quieras realizar y te ahogan en mil papeleos, infinitas colas y procesos sin mucho sentido que hacen de tu día un calvario. Pero tampoco se refieren a esto.

Se refieren a ese día que todo el mundo tiene cuando llega a una ciudad por primera vez, ese día en el que hagas lo que hagas todo te tiene que salir mal, ese día en el que por más que pongas buena cara al mal tiempo en tu día sigue lloviendo si es que no se pone a granizar (como diría mi cómico preferido, "¡Para los de la ESO!, esto era una metáfora"), ese día que en definitiva, es el día de tu consagración en la ciudad, en el país.

Pues después de casi 3 meses de "cómoda" estancia en la que creía que ya había pasado ese día, me di cuenta que realmente no fue así. Esto es como cuando en la película el chico imberbe y con algún granito pregunta a su mejor amiga lo de "¿Cuándo sabes que estás enamorado?" y ella le dice "Cuando lo estés, lo sabrás". Pues bien, en mi película no estaba el chico granudo, ni la chica filósofa, pero pasó algo parecido. Creí que ya había pasado "ese día", pero en la noche del 17 de Marzo empecé a comprender cuan equivocado estaba, pues mi día horribilis acaba de comenzar y no iba a parar hasta el día siguiente. Si soy sincero, no estaba mentalmente preparado para lo que se avecinaba. Comienza mi película.

Tras una fugaz charla con mi madre, en la que no pasamos más de 2 minutos hablando de 4 banalidades, me puse a terminar antes de la cena unos e-mail del trabajo y tras ello decidí, ya que el día había sido un poco largo, tomarme una ducha relajante. Fue en ese momento, sobre las 21.30, cuando escuché un estruendo que al principio me sorprendió e incluso llegué a cerrar el grifo de la ducha para poder oir lo que pasaba. Fue entonces cuando me percaté que ese ruido llegaba de la habitación principal y que se escuchaba en la lejanía, un ruido constante que no sabría como definir. Así que cogí sin pensar la toalla y me acerqué. Fallo. Terrible error. Jamás tenía que haber ido allí, porque lo que vi cambio mi cara de felicidad hasta ese momento en terror. Un cañería por donde pasa agua a presión reventó y estaba inundando todo a su paso. Era como dejar una manguera de los bomberos a un niño de 5 años. El desastre iluminó lo que empezaba a ser mi viernes negro.

Tardé un poco (gracias a mi vecina) en encontrar y cerrar la llave de paso para cortar el agua en ese baño. El desastre estaba montado y sólo quedaba recoger lo antes posible para evitar males mayores. Tras una hora limpiando y secando a destajo y ya sin hambre y aún con menos ganas de cocinar, decidí que era mejor irme a la cama. Iluso de mí, pensé que ahí acababa mi mala suerte, sólo había comenzado.

El día amaneció y todo parecía en calma. Tras un análisis exhaustivo, comprobé que no había ningún daño aparente en el destrozo de la noche anterior más allá de la brida de la tubería que se partió y cedió ante la presión del agua. Así que me dispuse a comenzar mi jornada de trabajo, no pasaron ni 5 minutos ante el ordenador y llegó el siguiente problema, por motivos obvios no podré decir que ocurrió, pero si podré decir que se presentó ante mi una situación muy incómoda en el plano profesional y me vi por unas horas entra la espada y la pared. Al cabo de unas horas todo se iba solucionando en el tema del trabajo y parecía la aguas volvía a su cauce y que tras el desastre llegaba la calma. Tras esas horas de angustia, vi la luz del túnel de ese viernes negro y parecía que mi vida volvía a la senda normal. De nuevo, equivocado. Creí que el hecho de solventar en cierta manera el tema del trabajo y encontrar un fontanero, al que por cierto debo agradecer que lleve más de una hora esperando en un día soleado que podría estar disfrutando en el parque jugando al basket, pensé que esa calma llegaba, ¡pero hay tonto de mí, que aún quedaba día!

Ya después de comer, y estando más tranquilo y relajado, decidí acercarme al aeropuerto pues tenía que sacar unos billetes de avión para un viaje de negocios, ya que desde casa me fue imposible. Parece raro, pero resulta que a mi socio le da miedo volar y, más concretamente, hacerlo en aviones Airbus. Estoy de acuerdo con usted querido lector de que se trata de una rareza muy rara, pero bueno, como iba diciendo, por ese motivo tuve que comprar los billetes en una compañía aérea concreta la cual a él le da más confianza y por tanto, tuve que ir a la billetería de dicha compañía en el propio aeropuerto. Cuando volvía con los boletos, feliz de que mi mala suerte había pasado ya, la realidad de abalanzó sobre mí de la forma más cruel que podía. Gaseándome.

Leyó bien, gaseándome. Resulta que el señor Barack Obama ha tenido la gentiliza de visitar a su amiga Dilma y acercarse a Río de Janeiro y claro, que iba a ser de una vista del máximo mandatario del país más poderoso del mundo sino va acompañada de los grupos antisistemas, así que, venía yo andando y de repente oigo una pequeña explosión y un grupo de chavales que corrían con banderas de la PSTU (Partido Socialista dos Trabalhadores Unificado) así que pensé lo más rápido que pude y me adentré por las calles siguiendo a un grupo de personas que regresaban a su casa ya fuera del trabajo o del aeropuerto nacional como era mi caso. Pero aquello se volvió un ratonera, y al final, cuando creímos que dimos esquinazo a la revueltilla y que, aunque a lo lejos se veía alguna fogata que habían provocado la chavalería, todos pensamos que estábamos fuera del radio de la guerrilla y pensando que lo que se venía a nosotros era el humo de esas fogatillas, mantuvimos nuestro camino adentrándonos en la densa niebla que al microsegundo nos bañó la cara de picores extremos, sequedad en la garganta y una situación totalmente incómoda. Si mal no recuerdo, un hombre a mi lado se apartó al suelo y se recostó al no poder avanzar ni un paso más. En mi caso, no paraba de salivar para poder refrescar mi garganta y aliviar el intenso picor. De los ojos mejor no hablo, era algo tremendo y que jamás había vivido. Nunca pensé que ese gas, pudiera producir tales efectos aunque gracias a dios sus efectos se mantienen durante un tiempo no muy elevado y al cabo de los 20 minutos prácticamente me encontraba perfecto, pero sin agua. Así que decidí sacar dinero, pues no llevaba ya cash encima, siguiente problema.

Me acerqué al banco al que suelo ir en el centro cuando estoy por temas de trabajo. Como deigo, siguiente problema. Mi tarjeta volvía a no funcionar. No me lo podía creer, me estaba pasando otra vez con la tarjeta nueva. Era desesperante. De camino a casa, ya que decidí volver andando los 4 km que separan Cinelandia de Catete, que es donde vivo; probé en cada cajero que encontré y todos me decían lo mismo, "error de lectura en la banda magnética", la sombra de la mala suerte y el despropósito se ceñía sobre mí por enésima vez en el día. Pues sólo me quedaban 5 reales en efectivo y aunque al menos el chip funcionaba y permitía que comprara, me encontraba en una situación complicada, pues muchas cosas no se pueden comprar con la tarjeta, como pagar al fontanero que venía al día siguiente y que por cierto acaba de venir para decirme que debe comprar una pieza y vuelve el lunes. ALEGRÍA BRASILEIRA.

Resumiendo para no dormir al gentío que lee mi blog. Felizmente y tras limpieza de la banda con alcohol y unas pasadas de una bolsa de plástico como remedio casero, en el 4º intento en mi segunda tanda, conseguí que me aceptara la tarjeta y pude sacar dinero.

Al fin pude respirar aliviado. Mi día negro acababa y podía decir, yo viví ese día en el que por más que quieras, todo te sale mal, yo viví ese día en el que todo se pone en tu contra y sólo quieres matar a alguien, yo viví ese día en el que me gradué en Río de Janeiro como pardillo recién llegado.

Saludos,

1 comentario:

  1. Menosm mal que eres fuerte, menudo viernes negro!!
    Un abrazo,
    Andrés

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